Esta semana el único momento del día en el que puedo entrenar es a primerísima hora, eso significa que el despertador me suena a las 6 de la mañana, para estar en la pista de atletismo a las 7.
El problema de madrugar en enero es que a las 7 hace frío, y si a eso le sumas la humedad, entonces el resultado es brutal.
A medida que iba dando vueltas y pasando los km. me daba cuenta de que el viento se te clavaba en la piel como si fueran pequeñas agujas, una sensación nada agradable.
Des del primer momento he decidido no mirar el reloj, no fijarme en el ritmo que llevaba, y no he sido consciente de que no iba especialmente rápido precisamente, la idea era la de acumular km, de esos que se consideran «basura», porque parece que no van a pasar a la historia, ni me van a servir para exhibirlos demasiado en las redes sociales o batir ningún récord.
La idea de acumular es la de intentar cubrir la mayor distancia posible, pero es que entre el frío, las tres capas de ropa que llevaba encima y demás, no me ha dado para mucho, encima ha aparecido un «pinchacito» en la espalda (supongo que entre camiseta, sudadera y chaleco me han producido tener una postura forzada al correr) y he decidido parar entonces.
Estiramientos y calma, colección de km. conseguida, aunque solamente sean 6 (vamos sumando) y mañana entre el gimnasio y el descanso, me parece que será lo segundo, el cuerpo me pide un poco de descanso.