Hay dos tipos de lluvia que te puedes encontrar cuando estás entrenando, el temporal, que la mayoría de veces te obliga a abandonar porque se hace insoportable, y el otro tipo es esa lluvia fina, que de golpe aparece cuando ya llevas unos cuantos km. hechos y que incluso viene bien para refrescar, dando unas sensaciones increíbles.
Hoy precisamente me he encontrado con lo segundo, con esa finísima lluvia que es una bendición caída del cielo, que incluso me ha ayudado a aumentar un poquito el ritmo.
Un 10000 programado, previo a una sesión de gimnasio también, de la que no voy a hablaros mucho, me centraré en lo que ha ocurrido en la pista de atletismo.
Zancada a zancada, construyendo, comenzando lento, ahorrando fuerzas, con la intención de no batir ninguna marca personal, sino de cumplir con el objetivo de distancia, así es como lo consigo, de menos a más, constante, como a mí me gusta, reservando para cuando haya que meterle caña, para ese sprint final…
No ha sido ni mucho menos mi mejor 10000, pero no hace falta, lo importante es ir asentando, tener la nueva ilusión en forma de reto que será de aquí un mes, porque cumplir objetivos es bonito, pero todo lo que haces para conseguirlos, creo que lo es todavía más, todo el proceso que te lleva a conseguirlo, es al fin y al cabo, lo que te va transformando, y lo que sirve para el running, creo en mi humilde opinión, que te sirve para el resto de cosas en la vida.
No disfrutamos suficiente de un día de lluvia como el que he tenido hoy, ha sido genial.